Una vez alguien bastante distinto a mí y con una “moral” digamos flexible, me dijo que le parecía cool mis distintos “códigos de vida”. Se refería al conjunto de valores o principios que de alguna manera conducen mis acciones. Hasta ese momento no me había dado cuenta de ello. No tenía consciencia de que mis actos tenían raíces comunes y de que un mínimo de estos códigos eran requisitos para quien elija como sidekick.
No tengo ninguna lista explicitando estos principios. Cuando la ocasión se presenta, tengo la voz detrás que los recuerda. Sin embargo, creo que el hecho de haberlos descubierto me ha ayudado a dar respuesta a varias preguntas. Más que a preguntas, a decisiones difíciles para éste mi espíritu sensible y emocional.
A veces cuando miro hacia atrás, miro del camino marchado y me doy cuenta de cómo he evolucionado en todo este tiempo. Ciertos recuerdos me hacen pensar en lo banal de mis antiguas preocupaciones y me hacen sentir contenta de mi presente. Estas memorias junto a los valores de los cuales hablé previamente, me proporcionan calma y paciencia. A estas alturas del viaje, puedo decir que me conozco y me acepto con todo lo bueno y menos bueno en mí. Sé en lo que puedo mejorar pero no me angustio por las virtudes que no tengo y que me gustaría tener. Del mismo modo, sé con mucha más precisión qué es lo que quiero y cuál es mi definición de “importante”. Todavía tengo ciertas interrogantes pero son pasajeras y no existenciales.
Uno no puede saber qué es lo que va a pasar pero pienso que lo vivido me ha regalado lo que necesito para involucrarme en una relación tranquila y sin reiteradas dudas. Pienso que es esencial tener un mínimo de calma interna, antes de hacer planes de a dos. En fin, no digo que las cosas serán perfectas pero de que tendré muchos más momentos felices en el futuro, estoy segura. Las cosas vendrán cuando vengan. Y una vez más, no sé lo que me depara el después pero no puedo negar que tengo muchas ganas de probar el mañana.